Los espectáculos circenses no son
divertidos para los animales. La verdadera cara del circo, se esconde detrás de
las coloridas carpas. Ahí donde no llegan las luces, decenas de animales
padecen encierro, soledad, hambre, falta de atención veterinaria, golpes cuando
no quieren actuar etc.
Los animales de los circos son
secuestrados desde pequeños de sus hábitats o comprados a traficantes, luego
son sometidos a crueles sesiones de entrenamiento en donde se incluyen
herramientas de castigo como los bullhoocks que son varas que terminan en un gancho,
el cual se utiliza para llamar la atención de los elefantes, golpeándolos en
las caras y detrás de las rodillas. El soplete también es utilizado contra
estos animales para retirar todo el pelo duro que tienen en el lomo y cabeza
(como protección) para que así el “valeroso” domador pueda sentarse sobre el
animal sin sentirse incómodo.
A muchos de los osos se les
retira los dientes y las garras o se les coloca aparatosos bozales. El entrenamiento
de los osos incluye tocarlos con varas que transmiten descargas eléctricas para
obligarlos a que obedezcan y realicen los “divertidos” trucos. Con los grandes
felinos se usa este mismo tipo de vara, además del látigo. Con los primates,
sobre todo con los chimpacés, la técnica utilizada es la de los golpes
(puñetazos) ya que debido a que este animal es sumamente inquieto y de difícil
atención, se suele golperlos sin razón aparente para que en adelante, el animal
atemorizado anticipándose a los golpes, no despegue la mirada de su domador.
Los animales “actores” además de
soportar el maltrato físico están condenados a vivir todas sus vidas encerrados
en jaulas. El estrés producto del confinamiento se hace notar cuando los
animales se mecen de un lado a otro en un vaivén interminable. En los circos
del Perú, los animales permanecen, cuando no están actuando, en sus jaulas de
transporte, las cuales son sumamente pequeñas. También deben de aguantar los
largos viajes y los climas extremos ( circos que van desde Lima a Puno por
ejemplo) Los animales no tendrían por qué soportar todas estas duras
condiciones de vida ya que ellos no están en los circos de manera voluntaria,
como en el caso de las personas.
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